Entre una de las preguntas que todos nos hacemos sobre vino, una de las más frecuentes puede ser ¿cómo reconocer un buen vino de un vino malo?
Cuando alguien nos hace una recomendación sobre alguna botella de vino, tendemos a confiar en lo que vemos y nos dicen, antes que en el gusto y el olfato. Y nos puede pasar que sirvan la copa y alguien dice que el vino es una maravilla y a nosotros nos parece que no ves la gran cosa. Entonces, ¿cómo podemos confiar en nuestro juicio más que en lo que otros dicen? Aquí te daremos algunos tips
El color
El color es un índice de calidad que nos puede decir mucho o poco. Para los blancos, un buen color es el espectro que va del verde al amarillo dorado. Toda tonalidad marrón es negativa. Para tintos, los colores rojos y violetas, opacos o brillantes, son correctos. Los ladrillo, sólo en el caso de vinos viejos. La intensidad, en cambio, no es tan importante. Un ejemplo: el Pinot Noir tiene poco color y no por ello está mal.
En cualquier caso, el vino no está bien cuando tiene elementos en suspensión, como velos o turbidez elevada.
Los buenos y los malos aromas
En materia de olores, los vinos pueden ser muy agradables o menos agradables. Pero una cosa es segura: si huelen a vinagre, quitaesmalte o trapo sucio –por muy débil que sea el aroma– el vino no estará en óptimas condiciones para ser consumido. Los aromas más que un indicativo de si es un buen vino o no, nos pueden indicar si el vino está en buen estado.
Hay aromas difíciles de clasificar, especialmente en los vinos con crianza. Pero en términos generales, los siguiente te puede ayudar:
En los vinos blancos, los aromas son limpios y reconocibles, van desde los vegetales como el pasto y el heno hasta los frutales, como pera, melón o manzana. O las combinaciones de ellos con flores, en particular jazmín, nardo y azahar.
En tintos, es más complejo, porque hay más aromas. Pero con que no huela desagradable, es suficiente. Hay vinos engañosos, sin embargo: el Syrah, por ejemplo, puede oler a muchas cosas contrapuestas, frutas negras, rojas, especias, que en combo desorientan un poco. La tierra y los hongos, que aparecen en algunos Pinot, por ejemplo, también confunden, aunque están bien.
El paladar
El balance en sabor, para tintos y blancos, es equivalente. Se trata de evaluar cuáles de los cuatro gustos –dulce, salado, amargo y ácido– es el predominante. Pero hay que recordar que independientemente del sabor predominante, debe haber una armonía entre todos los componentes del vino, es a lo que los sommeliers llaman un vino redondo.
Entonces, el vino será:
–Dulce cuando ese carácter sea muy marcado. Si el vino no dice que sea dulce en su etiqueta, tal vez haya algo mal con el vino.
-Ácido o fresco, cuando en los costados de la lengua sientas que comienzas a salivar. Si es excesivo, tipo limón o aceto, se considera que el vino no está equilibrado, y eso es un defecto.
–Salado cuando lo percibamos a la mitad de la lengua. Nuevamente, si el sabor lo tenemos en exceso, será malo.
–Amargo, lo distinguiremos al final de la lengua, bajo la campanilla. Hay muchos vinos con un toque levemente amargo y eso no quiere decir que sean malos.
Pero lo más importante que debes tener en cuenta es que el sabor sea de tu agrado, ya que nada garantiza que puedan gustarle a todos el mismo tipo de vino.
El cuerpo
Esto es más una cuestión de opiniones. Algunos opinan que si el vino se parece más al aceite que al agua, si llena la boca con densidad y paso ancho, se trata de un buen vino. Pero no es tan así hoy, en que hay muchos estilos ligeros. En tal caso, no está ni mal ni bien que el vino tenga o no cuerpo. Dependerá mucho de la variedad y el estilo. Aunque no es parámetro específico de calidad.
El azúcar residual, el tanino y el alcohol trabajan junto con la concentración de la fruta para determinar el cuerpo o el peso de un vino. Cuanto más densa sea la fruta y más alto el alcohol, más pesado y con más cuerpo se sentirá un vino en el paladar.
Hay que saber un último asunto más antes de dar un veredicto: observar las caudalía o duración del sabor del vino en la boca. Todo buen vino, bien hecho y con balance y frescura, dura varios segundos una vez tragado. También el vinagre dura su buen rato. Así es que debe durar y ser rico.
Para saber más sobre este asunto: Qué cosas hay que tener en cuenta en la boca para saber si un vino es bueno?
Si todo se cumple bien, no hay nada que objetar. Y si a todo esto el vino no es lo que parece, no hay nada de malo en decir que a uno no le gusta y explicar por qué. Para eso, están todas las cosas que dijimos hasta acá.
Una vez que haya realizado sus evaluaciones de todos estos componentes estructurales, puede determinar cómo se complementan entre sí. ¿La acidez equilibra los taninos potencialmente altos?
¿El alcohol complementa la alta concentración de frutas, lo que lleva a un final largo y placentero? ¿La combinación de estos componentes culmina entonces en un vino intenso, expresivo y potencialmente complejo?
Si la respuesta a todas estas preguntas es afirmativa, probablemente tengas un buen vino, o posiblemente excepcional, en tus manos.