7 placeres de beber vino

El mundo del vino está repleto de muchas razones que hacen que a un #winelover se le llene el corazón. En este artículo, te presentamos un listado de 7 placeres de beber vino que nos hacen enamorarnos de una buena botella.

Se puede hablar de terruño, taninos, de corchos, botellas y tendencias de consumo, de uvas, colores, aromas y más. Porque de vino podemos hablar horas y de prácticamente todo. Pero todos esos temas que lo hacen redondo (para usar un lenguaje de cata) no son más que añadiduras de la verdadera razón: el placer, gusto y, sobre todo, las cosas que despierta en quienes lo beben.

Cuando tomamos una copa de vino, suceden muchas cosas, entre ellas estas siete:

 

Descubrir una botella nueva: Una persona que bebe dos o tres botellas semanales tiene un paladar en el que las marcas que compra son su zona de confort: no fallan y no quiere que fallen. Pero en alguna ocasión, en una casa de algún amigo, familiar o en algún restaurante, se ve obligado a probar otras marcas. Y si el vino es un acierto y se encuentra con una botella cuyo sabor renueva su paladar, se inunda  con un nuevo entusiasmo.

 

Beber vinos viejos: No es frecuente que nos encontremos con esta situación, pero cuando nos encontramos con una botella de 1970 o incluso de más años (que esté en buenas condiciones)  el misterio del vino cobra nuevo sentido. Como esas pláticas de sabiduría que tienes con una persona mayor con la que cada tanto nos cruzamos en la vida, al beber una botella “vieja” nos queda una sensación de haber alcanzado algo tan particular que se vuelve un momento mágicamente irrepetible.

 

Recomendar: Así como cuando te encuentras con una botella nueva es un placer para un #winelover, recomendarle a un amigo una botella que no conoce, es uno de los placeres vanidosos más perfectos. Es la fórmula perfecta con la que podríamos alimentar nuestro ego pero también podemos tener la satisfacción de saber que esa persona confía en tus recomendaciones.

 

Compartir botellas: Todos tenemos alguna botella guardada que no abrimos bajo ninguna circunstancia porque la estamos reservando para un momento especial que suele coincidir con una celebración o la llegada de algún amigo querido. En ese momento es cuando decidimos compartir, podemos sentir un verdadero placer y hacemos sentir a nuestros invitados especiales.

 

Conocer un viñedo: Supongamos que has pasado algunos años de tu vida probando cierto vino que te enamoró y cierto día, llegas a visitar la bodega y viñedo que le dan origen. En ese momento ocurre un poco de magia: poder presenciar la tierra y la vid del que proviene tu sabor favorito, se convierte en un antes y después en tu relación con ese vino. Poder ver, conocer el origen del sabor, nada volverá a ser igual.

 

Reconocer un sabor: Otro de los placeres más mínimos y a la vez grandes del vino es hallar un sabor o un aroma conocido. Si bien cuando asistimos a una cata con un sommelier o estamos con un amante “conocedor” siempre encuentran descriptores que parece algo tan sencillo pero cuando es nuestro turno no parece tan fácil. Así que cuando estamos frente a alguna copa de vino y podemos encontrar un aroma, sentimos que pertenecemos al mundo del vino.

 

Encontrar el maridaje perfecto: Se habla mucho sobre maridajes y realmente se ha experimentado muy poco. Así que cuando un #winelover por casualidad se encuentra con un buen maridaje, experimenta un pequeño momento de gloria, en el que el paladar tiene una explosión de sabores tan armoniosos que siempre recordará el momento.

Y tú ¿qué otros placeres has experimentado al beber vino?