De los cinco sentidos, el olfato, por increíble que parezca, es el que más memoria tiene ¿por qué? Es gracias al olfato que tendemos a asociar ciertos aromas u olores a personas, lugares, momentos… Así que, si entrenamos a nuestra nariz y aprendemos a diferenciar un vino de otro, con muuuucha práctica podremos saber cuál es su lugar de origen, la variedad de uva de la que proviene y eso hará que disfrutarlo se convierta en una experiencia maravillosa.
Antes de clasificar los tipos de aromas del vino es esencial saber que en el mundo vinícola no es lo mismo el olor que el aroma.
La palabra olor normalmente se vincula a sensaciones olfativas negativas, como puede ser la humedad, vinagre o acetona; mientras que la palabra aroma se utiliza para expresar las sensaciones agradables que podemos percibir.
Los tres tipos de aromas del vino
El aroma que tiene un vino se divide en tres tipos: primarios, secundarios y terciarios
Los aromas primarios son los que proceden de la variedad, es decir aquellos que le aporta la uva al vino y estos pueden ser muy variados.
Se pueden dividir en cuatro familias aromáticas: minerales (como brea, pizarra mojada, granito, punta de lápiz), frutales (como maracuyá, pera, melocotón, albaricoque, fresa) , vegetales (como pimiento, hierba cortada, heno, eucalipto) y florales (jazmín, rosa, lila, flor de azahar, flor de acacia, violetas).
Los aromas secundarios se adquieren durante el proceso de fermentación, la alcohólica o la maloláctica, y por lo tanto dependen de las levaduras y las temperaturas de fermentación.
Con este proceso se obtienen aromas lácteos, que recuerdan a panadería, también encontramos aromas lácticos como el yogurt, leche o queso fresco y por último los aromas amílicos como el esmalte de uñas, plátano y otros parecidos al barniz.
Los aromas terciarios o también llamados bouquet, son aquellos que tienen los vinos de larga crianza, es decir los tuvieron un reposo en barrica y/o fueron embotellados por un largo periodo. Los aromas que podemos encontrar son a pieles, cuero, tostados, café, almendras, nueces, etcétera.
Los aromas primarios y secundarios se mezclan dentro de la botella y, cuando ésta se abre, desprende un aroma que recuerda a la variedad con la que fue elaborado el vino y a su tipo de fermentación y podemos notarlos en primera nariz.
Esta tercera clasificación es peculiar porque el aroma comienza a percibirse una vez que abrimos la botella y este aroma no perdura, sino que es efímero pues desaparece pronto al abrir la botella y entrar en contacto con el oxígeno.
¿De qué depende?
Exactamente, el aroma que desprenderá el vino cuando sea descorchado empieza por dónde fue plantada la vid (el suelo), el aire, el agua que la alimentaron y del momento en el que se realizó la vendimia. La tierra contiene compuestos aromáticos, al igual que los elementos necesarios para crear el viñedo.
También influye el proceso de vinificación al que fue sometido, el almacenamiento, el tiempo de crianza, las temperaturas y el tiempo que permaneció en botella.
Conseguir el aroma deseado es complicadísimo, pero el vino siempre produce buenas sensaciones. Por eso, cualquier momento es perfecto para servirte una copa e intentar descubrir este placer único que da el vino.